



PERDER EL MIEDO EN UNA DICTADURA
GAMBIA HA DECIDIDO
Gambia pone un punto y aparte a su flujo migratorio
“Gambia, no pasa nada”, es lo primero que se escucha cuando se aterriza en este pequeño país africano. Con apenas dos millones de habitantes, la república gambiana vive bajo el lema “Progreso, Paz, Prosperidad”. Un emblema al que pueden hacer honor desde el 19 de enero de 2017, con la llegada de la democracia de la mano de Adama Barrow.
Tras ser una colonia inglesa, Gambia se convirtió en República en 1970 liderada democráticamente por Dawda Jawara. Llevó al país a una mejora económica considerable hasta el golpe de Estado producido en 1994. Yahya Jammeh se instaló en el poder ejerciendo una dictadura que duraría 22 años. La violación de numerosos Derechos Humanos, restricción de la libertad de prensa o la persecución de la homosexualidad son algunas de las prácticas que día tras día perturbaba en silencio a la apodada Smiling Coast (Costa Sonriente). Sin embargo, tras la imagen publicitada de playas paradisíacas, relax y exotismo, Gambia va mucho más allá.
EMIGRAR POR UN FUTURO
Ebrima Dem, natural de Gambia y miembro de la Gambia Associació a Catalunya (GAC) explicaba, un mes después del cambio político en su país, las consecuencias que se habían generado. Durante dos décadas, “Jammeh ha asesinado a mucha gente: civiles, militares, estudiantes, inmigrantes, periodistas… Utilizaba los medios de comunicación para engañar y desinformar a la gente”. La falta de libertad en el país, el incremento de la pobreza y la continua represión, provocó la salida desesperada hacia Europa.
Tanto es así que, en 2015, la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR) lo estableció como el quinto Estado del que más población emigró. La Oficina Europea de Estadística (Eurostat), certificó que, en 2016, 13.135 gambianos habían solicitado asilo. “La gente huye de esta situación y llega a Europa con la ilusión y la felicidad por haber dejado atrás esa vida tan difícil. Pero poco saben de los problemas que se van a encontrar nada más llegar a ese continente soñado”, explica Dem.
La búsqueda de una mayor calidad de vida y la lucha por disfrutar de los Derechos Humanos, son razones más que suficientes para ir en busca de un futuro. “Huyen de la pobreza y la falta de desarrollo”, comenta Herminia Nubiola, secretaria de la Fundación Kalilu Jammeh.
“Gambia es el 15 país más pobre del planeta, según el Índice de Desarrollo Humano de 2014. La población vive de la agricultura, que es muy precaria y empobrecida”, explica. De hecho, casi el 40% de la tierra es arable pero solo el 0,44% tiene cultivo permanente, según el Boletín de Derechos Humanos de 2015 de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).
En la actualidad, “los jóvenes piensan en poder huir de la pobreza, quieren buscar nuevas oportunidades. Actualmente, la salida masiva se ha frenado un poco debido a que saben lo difícil que está siendo encontrar trabajo en Europa, pero aún así piensan en irse porque realmente tienen poquísimas oportunidades”, concluye Nubiola.
Uno de esos jóvenes es Musa Badjie. Sentados frente al mar, corta los mangos que ha recogido por la mañana. Casi podría decirse que es el plato principal acompañado, siempre, de arroz. Unos días antes pudimos compartir un pez entre 5 personas, pero el mar no está en calma, así que no se puede salir a pescar. Empieza a hablar sin apenas haberle preguntado. Sueña con poder irse algún día y recuerda a dos de sus mejores amigos. “Omar llegó a Gran Canaria en una barca. Lo trasladaron a un centro de menores en Tenerife porque aún tenía 16 años. Pudo estudiar un poco de español y, aunque con condiciones muy duras, logró conseguir algunas oportunidades de trabajo”.
Bajando el tono de voz, mira hacia el fondo de la playa kilométrica de Tanji: “Él ahora puede ayudar a su familia. Mi amigo Sarjo no tuvo tanta suerte”, dice mientras hace una pausa y dirige su mirada al cielo. En sus palabras se entremezclan la esperanza, la ilusión y las ganas: “Uno tiene que arriesgarse para hacer realidad lo que sueña”.
Comenzaron a perder el miedo y, luchando, lograron conseguir lo que puede leerse en cualquier rincón de la región: ‘Gambia has decided’ (Gambia ha decidido). Desde enero de 2017, la llegada de Adama Barrow con un 45,6% de los votos vuelve a restaurar la democracia. Su pretensión de reformar las estructuras del Estado, romper con el aislamiento internacional de Gambia y devolver al país al Tribunal Penal Internacional, hacen que “necesitábamos un cambio” sea la frase más escuchada en todo el territorio.
Pepe Naranjo, periodista freelance en África Occidental, explicaba en una conferencia realizada en la Casa África de Las Palmas de Gran Canaria, que Gambia “ha mandado un poderoso mensaje al mundo: con la voluntad de la gente se pueden cambiar las cosas”. El 14 abril de 2016, el partido de la oposición en Gambia - Partido Democrático Unificado (UDP)- decide organizar una manifestación. “Se pueden imaginar lo que es organizar una manifestación en un régimen como el de Jammeh”, comenta Naranjo. “Consiguieron juntar a 50 militantes, no más, porque era una manifestación no autorizada y todo el mundo tenía miedo. Pero se echaron a la calle. Aquel 14 de abril, el régimen actuó de la manera habitual: con violencia”.
Hubo torturas y muertes, las cuales desencadenaron que, a los dos días, se produjera una nueva manifestación de la oposición. “Ahí es detenido Ousainou Darboe, el líder del partido. Y es la persona que estaba llamada a ser presidente de Gambia si no hubiera estado en la cárcel cuando se produjeron las elecciones del diciembre pasado”, relata Pepe Naranjo. Esas manifestaciones eran para reivindicar una reforma electoral que permitiera que la oposición pudiera llegar, algún día, a ganar las elecciones.
Jammeh introduce algunas reformas electorales. “Y esto es muy interesante. Un ejemplo es que instaura un sistema de recuento de votos en cada colegio electoral. Antes los votos se recolectaban en cada colegio y se enviaban a Banjul y se contaban allí. Pero, en esta ocasión, la reforma impide o limita la posibilidad de que haya fraude”, explica Naranjo. Es ahora cuando la oposición está en contacto con la gente de la calle. “Se da cuenta de que algo está cambiando y decide algo histórico: presentarse todos juntos a la oposición. Nunca antes en Gambia se había producido algo así. Los 7 grandes partidos de la oposición se juntan y eligen como líder a Adama Barrow, actual presidente de Gambia”, argumenta.
Un dato a destacar es la resistencia pacífica del pueblo gambiano ante este tipo de acontecimientos, siendo un ejemplo de diplomacia. No obstante, la negativa de Jammeh de dejar el poder y la proclamación de Barrow como presidente el 19 de enero de 2017, permitieron a Pepe Naranjo ver, en primera persona, cómo el miedo volvía a Gambia, dejando vacías las calles del país. “50.000 gambianos habían huido a Senegal, sobre todo mujeres y niños, temiendo que pudieran haber incidentes violentos”, relata.
Tras el exilio de Jammeh y la tan esperada llegada de Barrow a suelo gambiano, el 26 de enero de 2017 puede considerarse un día histórico: “Banjul se colapsó, las calles estaban tomadas por la gente con tambores, pancartas, cantando, bailando... El cambio había llegado”, concluye Naranjo. Un cambio que puede palparse cuando pones los pies en Gambia. Se respira tranquilidad y la amabilidad de su gente deja entrever que, unidos, han hecho la fuerza.
Ebrima Dem afirma que, “una de las dificultades más importantes ha sido volver a unir de nuevo a un país tan dividido y dañado durante estos largos 22 años”. Termina diciendo que la lucha sigue, entre muchas otras cosas, por “mejorar la economía y luchar contra la corrupción. Buscar justicia para todas las víctimas de Jammeh en un duro proceso de reconciliación”. Empezar de cero nunca es tarea fácil, pero el país gambiano ya ha empezado a reescribir su historia. A día de hoy esperan que, su lucha, no se quede en un simple hastagh: #Gambiahasdecided